lunes, 1 de febrero de 2016

ENTREVISTA A ANDRÉS CARMONA Y ANTONIO FONSECA, AUTORES DEL LIBRO "PROFESOR DE SECUNDARIA"

Andrés Carmona y Antonio Fonseca, autores del libro "profesor de secundaria"
En el aula de filosofía del IES Hermógenes Rodríguez tenemos un interesante y sugerente encuentro con Andrés Carmona y Antonio Fonseca, autores del libro “profesor de secundaria, claves para lograr la autoridad en el aula educando por competencias” para hablar de educación y hacerles una entrevista que acerque a todos los lectores su visión de la educación y de varios de los temas que se desarrollan ampliamente en libro. Los autores han respondido generosamente el extenso cuestionario que hemos preparado los redactores del blog. Esperamos que la entrevista sirva a los lectores para conocer mejor a los dos profesores y les resulte sugerente para una posterior lectura del libro.

¿Qué es para vosotros la educación?
Es un término muy complejo que puede abordarse desde múltiples perspectivas. En el contexto en el que nosotros nos movemos, podríamos decir que consiste en lograr que el alumnado adquiera una serie de competencias necesarias para desenvolverse como individuo autónomo en su sociedad de referencia.
¿Cuál es el papel de la escuela en el siglo XXI?
De acuerdo a lo anterior, la escuela del siglo XXI debe hacer que el alumnado adquiera esas competencias necesarias que decíamos antes para ser autónomos en la sociedad en la que vivimos en el siglo XXI, no en la sociedad del siglo XX ¡o incluso en la del XIX!
¿Cuál sería el perfil de un profesor del siglo XXI?
Alguien preparado para educar a su alumnado en esas competencias, lo que implica dominarlas él mismo y estar formado para enseñarlas adecuadamente. Hoy en día no basta con ser un experto en una materia, sino que hacen falta otras capacidades, destrezas, etc., que podríamos llamar “competencias docentes”: un saber-hacer para enseñar en el siglo XXI, y que incluye, por ejemplo, dominar las nuevas tecnologías, saber idiomas, manejar emociones, etc.
Cuando sacasteis las oposiciones no os pidieron muchas de las competencias que se requieren ahora, ¿Por qué tendríais que actualizaros y saber idiomas, o manejar las nuevas tecnologías?
Porque sin eso no se puede educar al alumnado para que sea competente en el mundo actual. Por ejemplo, en la edad media, para poder acceder al conocimiento, tanto para enseñarlo como para aprenderlo, era necesario saber latín, porque todo el saber estaba escrito en latín. Hoy en día, el latín del siglo XXI es el inglés, nos guste o no. Y ese saber ya no está en las bibliotecas tradicionales solamente, está en internet y se accede con las nuevas tecnologías. Si entendemos que un profesor en la edad media tenía que saber latín, es fácil comprender que uno del siglo XXI debe saber idiomas y nuevas tecnologías.
Andrés Carmona Campo, profesor de filosofía
del IES Hermógenes Rodríguez
¿Por qué habéis decidido escribir un libro con este contenido?
Al principio estaba dirigido al profesorado novel, al que empieza o quiere empezar en la enseñanza. Queríamos ofrecerle consejos muy prácticos, desde la experiencia, que no están en otros libros o cursos, para que no se llevara sorpresas ni metiera la pata en sus primeros días. Con el tiempo, nos dimos cuenta de que lo íbamos escribiendo resultaba útil para todo el profesorado, no solo para el que empieza, porque todos los cambios en la Educación requieren de un reciclaje o actualización de todo el profesorado, también del más veterano.
¿Por qué lo escribisteis juntos?, ¿compartís todo el contenido del libro?
Porque los dos teníamos el mismo interés en escribir algo dirigido a quienes empiezan y compartir nuestras experiencias para que fueran útiles a quienes quisieran leerlas. Además, coincidíamos en muchas cosas. No obstante, no estamos de acuerdo en todo, pero era más lo que teníamos en común que lo que no, por eso decimos hacerlo entre los dos. Además, el trabajo cooperativo es otra de las apuestas del libro, y el propio libro es un ejemplo de ello en su elaboración.
¿Es un libro para ser leído por alumnos y padres?
Principalmente, es un libro de profesores para profesores, porque está orientado de forma muy práctica a los docentes y su trabajo diario. No obstante, hay ideas generales sobre la educación, el proceso de enseñanza-aprendizaje, etc., que puede ser también útil para padres, alumnos, y cualquiera que, en general, tenga cierto interés en la Educación.
Antonio Fonseca Morales, profesor de
educación física del IES Hermógenes
¿Es un libro de autoayuda para profesores noveles?
No. Es más, rechazamos la literatura de autoayuda, como decimos en la introducción del libro. Si por autoayuda entendemos que es un libro en el que el docente novel (y el veterano) va a encontrar consejos prácticos y útiles para su trabajo diario, sí puede serlo. Pero si por autoayuda entendemos lo que se vende bajo esa etiqueta en las librerías, entonces no, no es un libro de autoayuda. La literatura de autoayuda viene a decirte que cualquier cosa es posible solo con imaginarla, ser positivo y sonreír por las mañanas, sin más que eso o si acaso con ayuda de algún principio “mágico” o pseudocientífico, y nosotros no pensamos eso.
¿Cada maestrillo tiene su librillo o pueden tener un libro común?
Ambas cosas son necesarias y complementarias. Hay aspectos comunes, principios generales, que es bueno y deseable que todo el profesorado tenga en común. Pero luego cada docente es particular y tiene su forma concreta de personalizarlo y adaptarlo a su forma de ser y de enseñar, y ahí lo que vale para uno no tiene que servir, necesariamente, para otro. Pero creemos que se podría decir lo mismo casi de cualquier disciplina científica, artística o deportiva.
¿El buen profesor nace o se hace, enseñar es una ciencia o un arte?
Tiene su parte de ciencia y su parte de arte, pero es que incluso la ciencia tiene su parte artística y el arte la científica. La realidad no está compartimentalizada, no está dividida en departamento estanco, separados unos de otros. De ahí que en el libro apostemos por la interdisciplinariedad, porque se ajusta más y mejor a la realidad de las cosas. El buen profesor debe tener una vocación y unas aptitudes que podríamos decir que es con lo que “se nace”, pero también debe aprender y desarrollar unas actitudes y habilidades que son la que “lo hacen”.
Los autores con la Concejal de Educación y el Director del IES
Hermógenes Rodríguez
¿Qué retos tiene la educación en general y los institutos en particular?
Podemos decir que son de dos tipos. Por un lado, adaptarse a las exigencias que nos impone la realidad de las cosas en el siglo XXI, que ya es muy distinto del siglo XX y eso que no ha pasado mucho tiempo. Y por otra parte, incidir también de modo crítico y transformador en esa realidad para que pueda llegar a ser la realidad que queremos y no solamente la que se nos impone sin más. De nuevo la complementariedad: si queremos transformar las cosas, primero debemos conocerlas tal cual son, aunque solo sea para cambiarlas.
¿Cómo habéis aprendido vosotros, cuáles han sido vuestros referentes, cuáles son vuestras fuentes de inspiración?
Son muchas y variadas. Por una parte, el ejemplo y la experiencia ajena, de compañeros de trabajo o de otros docentes de otros centros con los que compartes inquietudes, conocimientos, experiencias, etc. Por otro lado, lecturas y lecturas sobre educación, pedagogía, didáctica, neurociencia, psicología, etc.
¿El libro es autobiográfico, recoge lo que vosotros hacéis en vuestras clases?
El libro es, en gran parte, muy personal, en el sentido de que recoge muchas de las experiencias en clase que ponemos en práctica y que hemos visto que funcionan y nos parecen adecuadas, igual que señalamos lo que consideramos errores y que también hemos cometido nosotros mismos muchos de ellos. Por otra parte, tiene también una parte de retos a lograr por nosotros mismos. Actualizarse y ponerse al día no es algo que se haga de un día para otro, y muchas de las ideas que decimos en el libro las estamos empezando a incorporar o las vamos introduciendo poco a poco, experimentando con ellas en algunas clases, en algunos cursos, probándolas, evaluándolas, aprendiendo de ellas.
¿La autoridad no es algo del pasado, de otra época, ahora no se tiene que educar con otros principios, inteligencia emocional, empatía…?
Al revés, la autoridad es algo muy actual, de hecho, la autoridad es algo imprescindible. Lo que pasa es que no hay que confundirla con el autoritarismo, que es otra cosa muy distinta y contraria a la autoridad. Es algo que nos parece tan importante que le dedicamos el primer capítulo del libro. Por ejemplo, Mahatma Gandhi era (y es) una autoridad, y no le faltaba manejo de las emociones, la empatía, etc., más bien al contrario, y de ahí su autoridad.
¿Cómo consigue un profesor tener autoridad en una clase con 25 ó 30 adolescentes?
Para empezar, creyéndosela. Si no tienes seguridad en ti mismo no puedes tener autoridad. Pero esa seguridad procede de la autenticidad, de que verdaderamente te guste tu trabajo y tengas vocación para lo que estás haciendo. Y nuestro trabajo consiste en enseñarle a jóvenes que no quieren aprender y que prefieren hacer otras cosas y que, por eso mismo, se van a rebelar y nos van a poner en apuros. Si no piensas que tu trabajo consiste en lograr que esos jóvenes acaben aprendiendo y disfrutando de haber aprendido, entonces falta la vocación, fallará la seguridad y no habrá autoridad.
¿Para qué os ha servido en vuestra labor docente la formación universitaria, qué habéis echado de menos?
La Universidad te especializa en un área de conocimiento y te da la formación necesaria para esa especialización. Ahora bien, una cosa es ser un experto en un tema, y otra muy distinta saber enseñárselo a chicas y chicos de 14 o 15 años y que lo aprendan. Tal vez eso es lo que echamos de menos. La Universidad forma a los maestros (de Primaria), pero no a los profesores de Secundaria, de ahí que, en nuestros tiempos por lo menos, el profesorado supiera muy bien su materia, pero le faltaran recursos didácticos, pedagógicos, metodológicos, etc., para hacer su trabajo. Es decir, había buenos matemáticos, buenos físicos, buenos músicos, buenos filósofos… pero malos profesores de matemáticas, física, música o filosofía. Malos en el sentido de poco formados para enseñar, y que tenían que aprenderlo de forma autodidacta, por ensayo y error, sin apenas ayuda, y a duras penas. El CAP (Curso de Adaptación Pedagógica) de entonces se suponía que enseñaba eso pero era ridículo, era un mero trámite. No sabemos si hoy día con el Máster de Secundaria habrá cambiado lo suficiente.
¿Por qué es tan importante el primer día de clase?
Por la importancia psicológica que tiene la primera impresión, porque genera una imagen, expectativa o prejuicio que ya va a extenderse por inercia al resto del curso. Lo que pase esos primeros días condiciona a todos los demás. Y luego cambiar eso es muy difícil. De ahí que, si el primer día se hace bien, el resto del curso funciona bastante bien igualmente. Pero si se hace mal, el resto del curso se va a resentir.
Vivimos en una sociedad democrática y queremos educar al alumnado para ser auténticos ciudadanos, ¿las normas deben consensuarse con el alumnado y deben ser el resultado de acuerdos democráticos entre toda la comunidad educativa?
En la medida de lo posible, sí. Pero solo en esa medida. La democracia es un concepto que no puede predicarse de cualquier cosa sin pervertir su significado. La democracia presupone la isonomía o igualdad entre los ciudadanos: la democracia solo pueda darse entre iguales. Pero la relación profesor-alumno (o la de padre-hijo, adulto-menor o la de médico-paciente) no es de igualdad, en el sentido de que no hay igualdad en conocimientos, responsabilidad, prudencia, etc. De hecho, esa es la razón por la que no votan los menores pero sí los adultos, y no hay un déficit democrático porque los niños no voten. Las normas básicas o fundamentales debe ponerlas el profesorado, lo que no quita que debe explicarlas y hacerlas comprender al alumnado, y progresivamente, dependiendo del curso, hacerles participar en el proceso de elaboración o concreción de esas normas. Lo que sí que no podemos hacer es engañar al alumnado, decirles que vamos a hacer las normas entre todos y luego no aceptar resultados “democráticos” del tipo “se puede comer en clase” o “puedo ver el whatsapp en clase” si es que votan eso por mayoría.
¿”Los castigos” deben estar presentes en los centros educativos?, ¿”los castigos” no son un fracaso de la educación?
Nosotros usamos el término “castigo” en el sentido más psicológico del término, como algo que el sujeto interpreta y experimenta como algo que es desagradable y que le sirve para evitar la conducta que le lleva a él. En sus justos términos, bien aplicado y bien utilizado, es útil y necesario en el aula, aunque indeseable, pero más o menos como las multas de tráfico. Lo que no puede suceder es que alguien pretenda basar su autoridad, el control del aula o el buen ambiente de aprendizaje recurriendo solamente o principalmente al castigo o al miedo al castigo. Eso sí sería un fracaso de la educación. El castigo es necesario en su justa medida, por lo menos en el mundo real.
¿No os parece una barbaridad pedagógica que se castigue a un alumno con copiar un texto o frases repetidas?
No. Se trata de un castigo, sin más. Un castigo, para serlo, debe ser desagradable, si no, no es un castigo ni cumple su función. Y perder un rato del recreo copiando un texto es algo totalmente desagradable para un alumno, mucho más que expulsarlo de clase (que puede ser un premio, en realidad, para el que no quiere estar en ella). Concebido tal como nosotros lo planteamos en el libro, pensamos que cumple su objetivo. Ahora bien, el objetivo no es castigar por castigar, sino mucho más. La barbaridad sería pretender que solo con hacer ese tipo de castigos ya está todo hecho.
Lo importante son los contenidos, los alumnos tienen que saber matemáticas, lengua, física, historia…luego tienen que superar los exámenes de la PAEG. ¿Qué es eso de educar por competencias?
Otra cosa totalmente distinta, aunque no contraria ni excluyente de los contenidos. Las competencias son un saber-hacer, pero como algo integrado en una unidad inseparable, no es un saber por un sitio y un hacer por otro, no es la teoría por una parte y la práctica por otro. Es un saber haciendo y un hacer sabiendo, un saber que se muestra en lo que se hace y un hacer que requiere de un saber para hacerse. En este modelo competencial, el objetivo son las competencias o saber-hacer, y los contenidos son los medios que se utilizan para lograr ese saber hacer, pero ellos no son el fin. No se trata de saber tal o cual contenido en el sentido de memorizarlo y soltarlo en un examen, sino de mostrar lo que se saber hacer con ese contenido en un contexto real o hipotético. De ahí el gran cambio que supone en la metodología y orientación hacia los escenarios, los proyectos, los trabajos cooperativos, etc.
¿Qué deben aprender los alumnos en el instituto para que puedan ser ciudadanos autónomos y de pleno derecho en el siglo XXI?
Lo que establecen las competencias básicas, competencias clave o como se las quiera llamar, que más o menos son las mismas siempre aunque se denominen de formas distintas en las diferentes leyes. Concretando mucho: el idioma oficial del Estado, y el de la Comunidad Autónoma si lo tuviera; la principal lengua extranjera, que ahora es el inglés; el dominio de las nuevas tecnologías de forma crítica y ética; los aspectos fundamentales de las matemáticas, las ciencias y las tecnologías, así como de la economía, las artes, los deportes y las humanidades; además de aprender a gestionar sus emociones, tener iniciativa, sentido crítico, etc. Dicho de otro modo: que puedan leer y comprender las instrucciones de un electrodoméstico o las cláusulas de un contrato laboral, que sepan calcular los intereses de una hipoteca o de un préstamo, que puedan viajar al extranjero y comunicarse por sí mismos, que sepan cómo buscar y encontrar empleo en el mercado laboral actual, que conozcan qué está pasando en el mundo a través de los medios de comunicación y lo analicen de forma crítica, que conozcan sus derechos y deberes ciudadanos y tengan sentido de justicia y solidaridad, que valoren su propio cuerpo, su salud, el deporte, que tengan un mínimo gusto estético y aprecien la belleza en sus diferentes formas artísticas, musicales, literarias. En fin, que tengan los recursos suficientes para ser ellos mismos y buscar su propia felicidad por sí mismos.
¿No creéis que puede molestar a ciertos profesores la crítica abierta que hacéis de la enseñanza academicista?
No. El modelo que llamamos “academicista” (el profesor enseña con la clase magistral y el alumno hace deberes en casa y un examen en el aula) es un modelo obsoleto en el mundo actual y que debe ser sustituido por otros modelos más eficientes y ajustados a las exigencias del siglo XXI. No entendemos que eso pueda ofender a nadie. Podremos discrepar y tener opiniones distintas, pero a nadie le puede ofender una opinión argumentada como la que creemos que exponemos en nuestro libro. 
¿Qué debe cambiar el profesor para dar respuesta a las nuevas demandas de formación del alumnado?
Principalmente la metodología y la evaluación. La clase magistral, los deberes y el examen tradicional deben dejar paso a las metodologías más activas por parte del alumnado, más interdisciplinares, con nuevas tecnologías y con otras dinámicas y formas de evaluación. Metodologías del tipo trabajo por proyectos, cooperativos, clase invertida, uso de plataformas digitales, actividades online, y evaluación continua, coevaluación y autoevaluación.
El mago Pol en la presentación del libro
A los alumnos parece que cada vez les interesa menos la escuela, les cuesta mucho mantener la concentración, necesitan estímulos continuamente y se distraen con excesiva facilidad, ¿Cómo puede un profesor captar la atención del alumnado?
Cambiando esas metodologías, como decíamos antes. Levantarse a las 7:30 de la mañana, y pasar 6 horas en un aula en la que, la mayor parte del tiempo, estás sentado y escuchando un monólogo aburrido y que no comprendes en gran medida, es algo asfixiante o agobiante hasta para un adulto, mucho más para un niño o adolescente. No se trata de hacer la clase divertida, de contar chistes o hacer gracias, sino de utilizar otras metodologías que logren los mismos o más objetivos (que el alumnado aprenda) pero que lo consiga de formas más motivadoras, amenas y entretenidas, lo que no significa más fáciles o trabajando menos, de hecho exigen más esfuerzo por parte del alumnado al ser mucho más activas y participativas.
El profesor es el que sabe y los alumnos son los que van a aprender al aula. Los alumnos deben estar callados y atender a su profesor. ¿Hay otra manera de enseñar y de aprender?
Por supuesto, es que lo que acabamos de decir. El profesor sabe más y el alumno menos, por eso uno es el profesor y otro el alumno y no al revés. Pero hay muchas formas para que quien sabe pueda enseñar a quien no sabe, y no necesariamente dando la típica clase magistral, monótona y aburrida. Se trata de que el alumno aprenda de la mejor forma posible, no de que el profesor demuestre a unos niños que sabe dar una conferencia propia de la Universidad.
Los deberes son muy importantes para que los alumnos aprenden más, cuanto más deberes hagan mejor preparado saldrá el alumnado. ¿qué opináis de la cantidad y calidad de los deberes que tiene que hacer un alumno de secundaria?
Que son excesivos y, en muchos casos, innecesarios o hasta contraproducentes. El principal lugar de trabajo debe ser el aula y no la casa. Por una razón muy simple: en el aula está el profesor para corregirte, en casa no. Por eso apostamos por reducir la cantidad de deberes que los alumnos deben hacer en casa. Además, los alumnos son jóvenes que deben hacer también cosas de jóvenes y no pueden pasar todo el día alrededor del instituto, bien en clase o bien con deberes. En este sentido, metodologías como la “clase invertida” pueden ser muy interesantes y útiles.
Los exámenes son fundamentales para saber lo que aprenden los alumnos y ponerles una nota objetiva, además es muy importante que se acostumbren a hacer exámenes porque luego se lo juegan todo a un examen en la PAEG. ¿Qué opináis de los exámenes?
Es un instrumento de evaluación más entre otros, y en ese sentido es lo que es. El examen es un problema cuando se plantea como el único instrumento de evaluación o el principal. En el modelo de educación competencial, todo lo que hay que evaluar no puede evaluarse con el examen típico. De ahí que sea necesaria repensar también la evaluación y, al igual que hay que variar y diversificar las metodologías, también hay que hacer lo mismo con la evaluación y los instrumentos de evaluación, que no pueden verse reducidos al examen.
Sabemos por los medios de comunicación que hay centros que están revolucionando su manera de enseñar y de evaluar, incorporando las nuevas tecnologías, sin utilizar libros de textos, aprendiendo en nuevos entornos de aprendizaje…¿creéis que es posible aplicar estas nuevas metodologías en los centros públicos y en las condiciones organizativas que tenemos?
No. Los centros públicos ahora mismo no están preparados para eso. Para empezar, por la propia arquitectura de los centros y sus espacios, que están pensados para la enseñanza “academicista”: un grupo, un aula, un profesor, una materia, una clase magistral, un examen… Las nuevas formas de educación implican el movimiento, la experimentación, las nuevas tecnologías, la interacción, la cooperación, la interdisciplinariedad, etc. Para cambiar todo esto tendríamos que empezar por “tirar las paredes”, como decimos en el libro. No obstante, que no se pueda del todo no quiere decir que no lo podamos intentar en la medida de las posibilidades de cada centro. Se pueden hacer muchas cosas aún con tantas dificultades estructurales. Pero requieren de mucha coordinación y trabajo en equipo entre el propio profesorado.
En los centros públicos hay un alumnado muy diverso en intereses, procedencia, circunstancias socio-familiares, con esta diversidad debe ser muy difícil poder dar clase, ¿qué puede hacer un profesor para responder a esta diversidad y que el alumnado que tiene interés en tener una buena formación no salga perjudicado?
La clave está en la diversificación metodológica y en también en la evaluación. Las nuevas metodologías docentes tienen muy en cuenta la diversidad. El enfoque “academicista” es muy homogeneizador, está pensado para un grupo de alumnos idénticos en el que quien es distinto queda automáticamente excluido o relegado y estigmatizado por eso. Las nuevas metodologías están pensadas para hacerse cargo de esa diversidad y adaptarse a los diferentes ritmos, capacidades, intereses, etc., de cada alumno y personalizar al máximo la evaluación, procurando lograr que cada alumno logre desarrollar al máximo posible sus potencialidades.
Con la LOMCE el profesorado tiene que utilizar los estándares evaluables de aprendizaje, rúbricas y otros procedimientos que sólo son una carga de más trabajo para el profesorado pero que no mejoran la evaluación del alumnado, ¿qué os parece esta nueva manera de evaluar?
Todo eso ya estaba en la LOE aunque con otros nombres. Los estándares son más o menos similares a los indicadores de la LOE. La diferencia es que la LOE los dejaba abiertos y la LOMCE los concreta al detalle, con lo que se pierde autonomía docente, además de que son excesivos estándares y no es realista pretender trabajarlos todos. Pero la idea de fondo no es mala. Ambas leyes incorporan el enfoque competencial y eso implica, en lo referente a la evaluación, tomar como referente los criterios de evaluación y no los contenidos, y eso sí está bien. De esta forma, es más fácil lograr que el alumnado aprenda los contenidos y además facilita el tratamiento de la diversidad con las nuevas metodologías, ya que al fijarnos en los criterios de evaluación, hay muchas formas de lograrlos y no solamente mediante la explicación-examen, que acababa siendo la única metodología y forma de evaluación en el sistema tradicional. Pero la LOMCE, al imponer tantos criterios, obliga en la práctica a tratarlos como contenidos y a que haya profesorado que simplemente los convierta en preguntas del examen, y eso pervierte el enfoque competencial.
Si el alumno saca un 7 en el examen tiene un 7 en la evaluación y si saca un 4 suspende y vuelve a hacer otro examen para que recupere, ¿evaluar y calificar no es lo mismo?
No, claro que no, son cosas distintas. La calificación es parte de la evaluación, pero la evaluación no se reduce a calificar. Ni la evaluación se reduce tampoco a un examen ni a la media de varios exámenes. Al evaluar competencias evaluamos un saber-hacer, y eso es imposible solo con exámenes. El examen mide lo que mide, que hay muchas más cosas que hay que evaluar con otros instrumentos de evaluación que están disponibles para el profesorado. Además, la evaluación únicamente mediante exámenes pervierte la idea de la evaluación continua que implica evaluar todas las fases del proceso de enseñanza-aprendizaje, desde las iniciales, hasta las de desarrollo y sumativa.
Cada gobierno cambia la ley, esto desorienta al profesorado que no ha terminado de adaptarse a una ley cuando sale una nueva y teme que el próximo gobierno la cambie, ¿qué opinión tenéis de este maremágnum legislativo?
Realmente no ha habido tantas leyes como a veces se dice. Depende de cómo se mire. Las principales leyes educativas han sido la Ley General de Educación de 1970, la LOGSE de 1990 y la LOE de 2006. Las demás, o bien han sido leyes que no han afectado a la estructura del sistema educativo como tal sino a alguna parte (como la LOPEG) o no llegaron a aplicarse o no del todo (como la LOECE o la LOCE). La misma LOMCE en realidad no deroga a la LOE sino que la reforma. Por otra parte, si el mundo cambia, es lógico y deseable que también lo hagan las leyes para adaptarse. La LGE duró 20 años, la LOGSE 16 y la LOE ha durado hasta este curso (unos 8-10 años según se mire). En cada uno de esos periodos ha habido cambios significativos que hacían necesario actualizar las leyes. Otra cosa es si esas leyes en concreto fueron cada una la mejor que se podía hacer en ese momento, en eso no entramos. Pero, desde luego, lo que no puede ser es el inmovilismo, y seguir enseñando en el siglo XXI con leyes del siglo XX pensadas para las necesidades del siglo XX y no del XXI.
¿Os gustaría ser alumnos de un profesor que enseña como vosotros?
No, porque pensamos que debemos cambiar muchas cosas nosotros mismos. Todo lo que decimos en el libro lo estamos implementando poco a poco cada uno en nuestras clases, probando y ensayando con diferentes metodologías, etc. No obstante, el grueso de nuestro trabajo sigue siendo el tradicional, aunque el objetivo es que en unos años la proporción sea al revés: que lo tradicional sea la excepción y lo nuevo la norma, pero eso es un proceso lento, de aprendizaje continuo y que preferimos llevar poco a poco y consolidarlo que improvisar y meter la pata. Lo que sí nos gustaría es poder decir dentro de unos años: ahora sí nos gustaría ser alumnos de profesores como nosotros mismos.
¿Qué esperáis de vuestros lectores?
Que les guste el libro y que les sirva en su día a día, que se animen a probar los consejos que damos y seguir por las sendas que señalamos, que prueben y nos comenten qué tal. Y también que nos critiquen, que nos digan lo que les gusta y lo que no, lo que le sirve y lo que no, los aciertos que haya y también los errores para aprender de ellos.
¿Qué tal la experiencia de poner por escrito y publicar vuestra opinión y vuestras propuestas de muchos de los asuntos que preocupan al profesorado?
Muy buena. El libro ha recibido muy buen aceptación por parte del profesorado, hemos recibido buenas críticas en general, aunque todavía es pronto y hay que dejar más tiempo para que haya más opiniones. En cierto modo teníamos ciertas dudas, porque conforme avanzaba el libro y veíamos que transcendía el objetivo inicial de orientarlo solo a profesores nóveles para dirigirse también al más veterano, nos surgió la duda de si no sería prepotente, si no parecería pretencioso el querer enseñarle algo a quienes son tus iguales, tus compañeros de trabajo. Pero por ahora ese recelo no se ha confirmado y a la mayoría parece que le gusta y nos felicita.
¿Por qué tendríamos que comprarnos el libro y leerlo?
Porque creemos sinceramente que tiene buenas ideas, consejos y orientaciones que son útiles, prácticos y que ayudan al docente en el día a día, y porque incorpora sugerencias que pueden abrir nuevos caminos para ser recorridos por el profesorado inquieto, que quiere mejorar su trabajo y avanzar en la calidad de la enseñanza. Que lo hayamos conseguido o no, eso lo decidirá cada uno después de leerlo, que era nuestra intención, eso sin duda.
¿Para cuándo el segundo libro, también escrito a cuatro manos?
Pues ideas no nos faltan. El libro se nos quedó incompleto, en el sentido de que había muchas cosas que se quedaron fuera o que podríamos haber profundizado mucho más en ellas, y todo eso daría para otro libro o varios más. Pero había que parar en algún momento y publicarlo o se nos haría eterno o demasiado extenso. De todas formas, publicar un libro lleva mucho trabajo y todavía estamos intentando dar a conocer este y difundirlo. Que haya otros o no, eso ya se verá.



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